martes, octubre 31, 2006

Drácula, de Bram Stoker.

Bram Stoker tiene asegurado un puesto en la historia de la literatura gracias a esta novela. Drácula es algo más que una novela, es un mito. Es un referente cultural, cinematográfico y cotidiano; forma parte de nuestra mitología contemporánea. A Stoker le corresponde el mérito innegable de haber creado un personaje que tiene vida propia, más allá de las páginas de un libro. Escrita entre 1895 y 1897, con el objetivo de “ofrecer una obra capaz de romper la falsa tranquilidad de nuestros hogares mentales” la novela fue un éxito comercial inmediato. Oscar Wilde la alabó como una de las mejores novelas de todos los tiempos. Pronto se adaptó una versión teatral protagonizada por H. Irving que fue aclamada por el público.


Para crear este célebre personaje, el autor hizo confluir dos tradiciones: el vampiro literario presente, La Novia de Corinto de Goethe, El vampiro de Polidori, Berenice de Edgar Allan Poe, Carmilla de Sheridan le Fanu... y también se inspira en la tradición floklórica presente en la Europa central y más concretamente en Transilvania. La cultura popular identificó el vampiro como un señor feudal, Vlad el Empalador que había vivido en el siglo XV, célebre por su crueldad y cuyas historias contra los turcos se rememoraban oralmente fue integrando en el mito único del vampiro, supersticiones, leyenda y recuerdos. Stoker elevó todos estos elementos a un nivel artístico dando como fruto esta novela.

El autor se distancia de la acción empleando técnicas indirectas para contarla: diarios, cartas y artículos de periódicos... ofreciendo un punto de vista múltiple que le permite alterar el ritmo narrativo. Esta técnica narrativa incrementa la verosimilitud del relato. Drácula es el protagonista y en realidad el único personaje de la novela. Pero Drácula no escribe, es el único que no hace de co-narrador y, sin embargo, desde su silencio, domina el espacio narrativo. Encuentro magistral que llegue a alcanzar esta preeminencia sin contar con voz propia, y este es, a mi parecer, uno de los grandes aciertos técnicos de la novela.

El argumento versa sobre un personaje extraño y misterioso que quiere establecerse en Inglaterra para desde allí dominar el mundo, y fracasará en su propósito gracias a la intervención de unos personajes que se enfrentarán a él hasta destruirle. A esta trama principal se superponen otras de secundarias como la historia de Jonathan Harker en el castillo, la enfermedad de Lucy, la persecución final... La piedra clave que cohesiona todas estas escenas narrativas viene dada por el enfrentamiento entre dos fuerzas: el bien y el mal, la luz y las tinieblas, lo racional y lo irracional.

El carácter binario del tema también se refleja en la estructura misma de la novela que se reparte en dos grandes bloques simétricos, siendo el capítulo XV el punto de inflexión del relato en el que finaliza un bloque y se abre el otro. El primer bloque presenta todos los ingredientes característicos de una novela de terror: intriga, sangre, muerte, misterio... En el segundo bloque lo que impera es la acción, el acoso, y la novela adquiere tientes propios de una novela de persecución. Es una novela dual en todos los aspectos y esta bipolaridad esencial se manifiesta continuamente través de una serie de oposiciones: Día/noche, vida/muerte, muerte/inmortalidad...

De esta novela destaco principalmente la plasticidad de sus imágenes. Stoker recrea con tal maestría los ambientes que el castillo se ve, la cripta se palpa, las telarañas se rozan, los olores nos penetran.

Todas las religiones pretenden establecer una relación no traumática entre la vida y la muerte. En Drácula esta pretensión se desbarajusta al introducirse una tercera variable: vivir eternamente más allá de la muerte en un estado que encierra características de lo fugaz (la vida) como el disfrute del cuerpo, y de lo eterno: la perdurabilidad: El espacio del vampiro es una especie de infierno provisional o purgatorio perenne, donde se sobrevive o sobremuere con un riesgo definitivo desde el punto de vista del cristianismo: la pérdida del alma, la condena eterna. La muerte pues, actúa como una amenaza y una tentación. El vampiro es un parásito que requiere de sangre ajena. Su vida y maldad se reduce a buscar este precioso alimento. La sangre representa la vida, símbolo de la caducidad del hombre y de sus limitaciones. Su ausencia es la muerte, la palidez, su síntoma. La sangre es también un vínculo. Drácula da a beber sangre a Mina pronunciando las contrapalabras evangélicas: “Eres ahora carne de mi carne, sangre de mi sangre, de mi propia raza, mi generoso lagar” Beber la sangre es, pues, símbolo de comunión amorosa, y presenta claras connotaciones eróticas, es un impulso que participa de la pulsión de la entrega, del deseo de salir de uno mismo para fundirse con el amado, el deseo de morir para vivir en el otro, instinto de permanecer más allá de los propios límites.

Como no podía ser de otro modo, esta novela trascendió las intenciones del mismo autor y no solo rompió la falsa tranquilidad de los hogares mentales de los lectores de su época si no que se ha convertido en una novela imperecedera como su protagonista.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Como me llamo Bram Stoker que esto no sale de aqui!!

clarig dijo...

Hola bailarina he estado de vacaciones y no he podio disfrutar de tus escritos.
Me alegra un montón que ya estés al 100 por 100 dentro de tu blog, espero que todo lo que tenias que hacer te haya salido súper bien.
Saludos.

La bailarina boxeadora dijo...

Hola Clarig, me alegro de que hayas vuelto (aunque supongo que tu no te alegrarás tanto).
Espero que lo hayas pasado bien, aunque seguro que te habrán sabido a poco, como a todos!